1 El uso de una moneda común en Europa es tema recurrente desde hace más de dos décadas. Ha creado una serie de ventajas que benefician a partes iguales. Exceptuando el otrora imperio británico, la cohesión en relación al método de pago ha sido por lo menos ficha de garantía. Pero, utilizar esta misma herramienta cambiando sus parámetros y convertirla en digital ya sería otro cantar. Vendernos la idea de mayor regularización, control de las transacciones y transparencia es simplemente una idea retrograda. ¿Que sucederá con la privacidad de los usuarios? ¿Dicho control no garantiza que por error u omisión desconecten a cualquier usuario y lo dejen “sin blanca”? Las llamadas CBDC o moneda digital emitida por el Banco Central Europeo no corregirá un error, todo lo contrario. Aumentaría el tráfico de mercado negro en la búsqueda de otras formas de pago y por si fuera poco quedaríamos expuestos a mantener la estabilidad de dicha moneda regida por un ente, ni siquiera la idea original de un sistema descentralizado quedaría presente. Por lo tanto, las medidas que se adopten deberían ser una mezcla de recursos que beneficien no solo a los acreedores de grandes fondos sino además ser herramientas de descentralización que faciliten al ciudadano de a pie mejores ventajas fiscales y libertad dentro de un contexto de privacidad y seguridad tanto jurídica como financieramente.